Qué onda con… el feminismo en redes: feminismo bueno y feminismo malo, el hate, la desinformación y la falta de representación.

A lo largo de este texto, hablaré sobre la relación que existe entre las redes sociales y el movimiento feminista, sus pros y contras. Me parece que tener esta conversación es importante porque, de acuerdo con Kowalska (2018), la “cuarta ola” del feminismo (aquella en la que nos encontramos) se caracteriza por el activismo en redes sociales. Además de esto, si nos situamos dentro del contexto de la pandemia de COVID-19 que estamos viviendo, el fenómeno crece aún más, ya que cada vez más mujeres se han sumado al movimiento a través de redes porque la situación sanitaria así lo requiere.

¿Se han dado cuenta de lo importantes que son las redes para el movimiento feminista? Me imagino que muchas de nosotras hemos sido testigos de la creciente presencia de mensajes feministas dentro de nuestras redes sociales. Este hecho me obligó a reflexionar sobre el tema, pero aún más, a cuestionarme sobre cómo esta interacción no es perfecta: el feminismo en redes tiene sus fallas. Es por ello que les hablaré de algunas cosas que descubrí al investigar sobre feminismo en redes, aspectos como: las emociones dentro del discurso feminista en redes, el qué tan abiertos al debate son los espacios feministas dentro de ellas y finalmente, algunos puntos que hay que tener en consideración antes de informarnos de feminismo por medio de estos ciberespacios.

Antes de empezar a desmenuzar el tema, he de decir que este texto se realizó con el propósito de invitar a todas a que reflexionemos juntas sobre todo lo que sucede con el feminismo dentro de estos espacios digitales. Y especialmente, con el afán de invitar a que siempre cuestionemos todo, tanto los contenidos, discursos y prácticas que se difunden sobre feminismo dentro de estas plataformas, así como hablar sobre la necesidad de crear cyber-espacios que estén abiertos al diálogo y el debate, centrados en escuchar, aprender y cuestionar. En general espacios que den voz a todas, sin excepciones.

Redes sociales al servicio del feminismo

Comenzaré hablando sobre el papel tan importante que tienen las redes dentro de los movimientos sociales en general. Según Manuel Castells (2015), estas redes permiten que desde el ciberespacio gente de una gran diversidad de edades y condiciones se atrevan a reclamar su derecho a hacer historia- su historia-(p.20). Esto se puede notar claramente dentro del feminismo, puesto que con las redes sociales y las condiciones que facilitan (ej. el anonimato en algunos casos, la rapidez al momento de intercambiar información y el hecho de no tener que poner en peligro la integridad física) muchas mujeres se sienten hoy en día más capaces de alzar la voz y protestar en contra del sistema patriarcal opresor.

A su vez, las redes facilitan la autonomía y la comunidad horizontal entre mujeres, creando un espacio donde lo local y lo global se unen, lo cual permite que la conciencia colectiva se vaya alimentando y enriqueciendo de la información presente en las mismas redes (Cerva, 2020, p.182). Esto último, además de reforzar algunos ideales del movimiento, como la comunicación horizontal y la necesidad de crear comunidades que funcionen dentro de una lógica de poder horizontal, permite que mujeres de todo el mundo compartan experiencias de vida y opresión, lo que a la vez nos permite tener una imagen más completa del problema.

Son tantas las maneras en las que las redes sociales impulsan al feminismo que uno podría preguntarse ¿cómo es que las redes logran tanto? Y bien, la respuesta la tienen dos autores, por un lado Castells (2015) quien nos habla de como estos ciberespacios ayudan a “…crear comunidad, y la comunidad se basa en el compañerismo. El compañerismo es un mecanismo psicológico fundamental para superar el miedo” (p.21). Recordemos que las emociones de miedo e indignación son poderosos detonantes que permiten a una sociedad alzar la voz ante la injusticia.

Mientras, por el otro lado, Daniela Cerva (2020) habla de como a través de redes las mujeres obtienen un sentido de pertenencia para con el movimiento al utilizar ciertos símbolos, valores y narraciones que pueden ser vistos en Facebook, Twitter, Instagram, etc. (p.186). Mismos símbolos y narraciones que hoy reconocemos en pañuelos morados, el color morado, el signo feminista, hashtags como #niunamenos, #lospoliciasnomecuidanmecuidanmisamigas y el #metoo, la “Canción sin miedo” de Vivir Quintana, la letra de “el violador eres tú” de Lastesis, las consignas feministas, entre muchos otros.

¿Existe un feminismo bueno y uno malo? ¿Somos las malas?

Seguro habrán notado que dentro de las redes sociales podemos encontrar muchas opiniones que desacreditan las preocupaciones y peticiones de las mujeres al referirse a ellas como “locas”, “histéricas”, “feminazis”, “extremistas” y “exageradas”, entre otras cosas. Estos adjetivos calificativos son usados por personas que no pertenecen al movimiento, pero también a veces por miembros del mismo quienes consideran que su acercamiento a la lucha es el correcto, el mejor o el indicado.

Pero ¿se han preguntado de dónde vienen los movimientos sociales? Porque muchas veces nos conformamos con saber que los movimientos existen, pero, no nos damos a la tarea de saber el cómo o por qué. Así pues, el dato curioso del día es que los movimientos sociales tienen sus raíces dentro de la injusticia que se encuentra en las sociedades y que estos son detonados gracias a las emociones, en específico emociones acumuladas de miedo, rabia y hartazgo (Castells, 2015).

Las emociones son tan cruciales para los movimientos que el autor Castells (2015) postula que los movimientos sociales son también movimientos emocionales, y que el boom de un movimiento social comienza cuando las emociones son transformadas en acciones (pp.29-30).

Así pues, el feminismo, como cualquier otro movimiento social, no está exento de presentar emociones. Sin embargo, las emociones demostradas dentro del movimiento son juzgadas duramente por terceros debido a que las demostraciones de ira y hartazgo rompen totalmente con el papel que se le había asignado a la mujer históricamente, el de ser calladas y sumisas. De hecho, se cree que el feminismo se ha beneficiado al invitar a sus participantes a expresar emociones negativas, en especial la ira, debido a que se ha llegado a la conclusión de que las mujeres tienden a ser más propensas a reprimir la ira, mientras los hombres tienden a reprimir más el miedo (Hochschild, 1975 en James, 2020). Por lo tanto, estas demostraciones de ira son, además de herramientas de protesta, parte de un proceso de emancipación emocional y social.

Ahora, retomando el inicio de esta sección, recordemos que “…la indignación de las mujeres es interpretada como una forma no racional de expresión de los conflictos, mediante emociones desbordadas, no controladas” (Cerva, 2020, p.184). Pero, hay que tener cuidado al descalificar el feminismo bajo el argumento de que sus integrantes actúan irracionalmente, ya que, las emociones en los movimientos sociales son vehículos con los cuales se visibiliza un problema. Y se ha visto que al descalificar al movimiento por medio de las emociones se busca debilitar la imagen de sujeto social de la mujer, así como restarle fuerza política a su lucha al asociarla con la irracionalidad y la subjetividad (Cerva, 2020).

Contrario a lo que la gente piensa, la presencia de emociones dentro del feminismo no es algo malo. De acuerdo con Jasper James (2012) es necesario reconocer que el sentir y pensar son procesos paralelos que nos ayudan a evaluar e interactuar con nuestro mundo (p.47). Por ende, el pedir a las mujeres que no mezclen sentimientos con el movimiento es irrealista. Además, resulta incongruente que pidamos que un movimiento sea perfecto para ser validado, principalmente cuando esta validación está condicionada a que las mujeres se deshagan de su naturaleza humana, el sentir es inherentemente humano. Es por esto que, se podría decir que desde un punto de vista racional, no hay un feminismo bueno y uno malo, solo nos encontramos cara a cara con distintas formas de expresar ira y hartazgo por parte de diferentes individuos dentro de un mismo movimiento.

Además, sería injusto juzgar todas las formas de protesta bajo la misma lupa, puesto que las reacciones van a ser diferentes ante situaciones distintas, como en el caso del feminismo latinoamericano comparado con el europeo. Es decir, en Europa muchas feministas luchan en su mayoría para conquistar la igualdad salarial mientras en Latinoamérica se lucha primordialmente por terminar con la nociva violencia de género que ha puesto punto final a la vida de miles de mujeres. Claro que las reacciones y los niveles de ira, hartazgo y decepción van a variar enormemente.

El hate

A partir de ahora me iré enfocando en las partes turbias del feminismo en redes sociales. Por consiguiente, si bien es cierto que las emociones son armas poderosas que ayudan a florecer el movimiento, también pueden actuar como frenos que detienen el progreso y la evolución del mismo. Este lado de las emociones puede ser vislumbrado en la falta de diálogo existente entre diferentes ramas del feminismo y en el actuar precipitado que nos lleva a cancelar o atacar algo sin siquiera saber de qué trata, a juzgar algo que no conocemos o que no comprendemos.

Las redes sociales nos permiten compartir opiniones y pensamientos, sin embargo, cada vez es más común ver cómo se crean más divisiones y barreras dentro del mismo feminismo; barreras que luego son utilizadas como incentivos para atacar a compañeras que no comparten la postura propia, lo cual crea un ambiente cerrado y poco pluralista dentro del debate en redes. De acuerdo con Angustias Bertomeu (2019) las redes sociales, especialmente Twitter, pueden constituirse en una herramienta global de insultos, difamaciones y ataques. Y bien, ¿acaso no es suficiente con el hecho de que personas ajenas al movimiento lo juzguen y devalúen? Ahora nos agredimos entre nosotras mismas. Lo anterior, por ningún motivo quiere decir que no podamos cuestionar distintos discursos, claro que podemos y debemos hacerlo, sin embargo, cuestionar no es sinónimo de atacar. 

Por el otro lado, los autores Essen y Jansson (2018) nos hablan de cómo en las redes sociales:

Un aspecto crucial de la libertad de expresión es el anonimato, pero el anonimato es una cuestión controvertida (por ejemplo, Nagel y Frith 2015). Por un lado, un mayor anonimato permite a los individuos debatir sin miedo a las repercusiones, pero por otro lado, el anonimato puede llevar a los individuos a participar en escritos de odio que amenazan la libertad de otros, debido a la falta de responsabilidad (p. 1).

Consecuentemente, debemos ser responsables de nuestras palabras dentro de redes tanto como lo somos con aquellas que decimos en la vida diaria, a veces se nos hace fácil dejarnos llevar por la corriente y la conversación en redes, saltando ante situaciones de las cuales no tenemos la menor idea. Aunque quizá esto no se haga con malicia, crea una falta de apertura para escuchar diferentes puntos de vista, lo cual es preocupante tomando en consideración que el feminismo es un movimiento creado por mujeres y para mujeres ¿cómo esperamos conseguir llegar a la raíz del problema y conseguir un cambio si no estamos dispuestas a escuchar lo que mujeres de distintas culturas, posturas, ideologías, posiciones socioeconómicas, etc. tienen para compartir?

El cerrarnos al diálogo evita que el movimiento crezca y llegue a más lugares. Asimismo, muchas veces habrá opiniones con las cuales no simpaticemos, pero, eso no significa que no sean valiosas o enriquecedoras. Detrás de algunas opiniones y críticas yacen preocupaciones y problemas genuinos que podemos considerar, claro que no todas las críticas serán enriquecedoras o constructivas, pero eso es algo que solo podemos definir tras haberlas escuchado, leído o visto, no antes.

Un ejemplo de este fenómeno es el caso de la escritora feminista Katie Rophie, quien el 04 de febrero del 2018 publicó un artículo en la revista Harpers acerca del movimiento “#MeToo” en el cual cuestionaba algunos aspectos del mismo. Ella narra como a la fecha el artículo sigue siendo criticado, pero hace énfasis en como inclusive días y horas antes de haberse publicado el artículo se creó una ola de odio en Twitter donde dentro de los comentarios se le llamaba “zorra”, “demonio”, “basura”, “bruja, “escoria humana” y “pro violación”. Así mismo señala como la reconocida feminista de Twitter Jessica Valenti dijo que su perspectiva sobre el asunto era una perspectiva “de mierda” así como “increíblemente peligrosa”, todo esto sin haber leído una sola palabra del texto, el artículo aún no estaba disponible al público por lo que todas las críticas eran fruto únicamente de la especulación y los rumores. 

Si bien es cierto que el artículo tocaba temas sensibles en los cuales es difícil llegar a un consenso, no todo su contenido es malo. Dentro del artículo se encuentran puntos válidos que podríamos considerar en el movimiento. Finalmente, la autora contestó a las críticas asegurando que «Si como cultura vamos a resolver la muy enmarañada cuestión de lo que constituye un abuso de poder masculino, tenemos que ser capaces de escuchar -realmente escuchar- muchas opiniones diferentes».

Nota: Puedes encontrar la liga del artículo en las referencias, o dando click aquí, las invito a leerlo.

Ojo con lo que ves en redes

Ahora, hay que hablar sobre porqué debemos tener cuidado al informarnos sobre feminismo dentro de redes sociales. En primer lugar, porque por medio de estudios se ha observado cómo los mensajes publicados dentro de estos espacios hablan de asuntos derivados de la condición femenina más que sobre el feminismo como movimiento, lo que genera confusión dentro de los y las seguidoras (Gas, 2019, p.163). En consecuencia debemos ser muy precavidas y autocríticas al momento de publicar y compartir contenidos en redes sociales, y preguntarnos ¿esto habla de feminismo o feminidad?

Como segundo punto hablaré sobre como la autora Silvia Gas (2019) expuso que las redes sociales están atravesadas por una lógica neoliberal que se basa en el individualismo, la mercantilización de la identidad subjetiva, la necesidad de reconocimiento y la competencia por ser viral (p.150). A pesar de que el texto de la autora es del año 2019, aún hoy en día las redes sociales (ej. Facebook, Instagram, YouTube, Twitter) funcionan y dependen de que los consumidores se conviertan también en creadores de contenido, quienes buscan reconocimiento de la audiencia. Lo que hace que esta eterna búsqueda por aceptación y reconocimiento tenga como resultado que los individuos compartan el discurso que mejor aceptado será en vez de aquel que se necesita poner sobre la mesa. Lo cual puede hacer que los individuos partícipes en el movimiento desarrollen un miedo a no ser reconocidos y a alzar un diálogo con respecto a temas controversiales al tener miedo a no ser aceptados o, en el peor de los casos, cancelados.

Finalmente, pero no por ello menos importante, dialoguemos sobre cómo las redes sociales tienen una estructura egocéntrica donde los contenidos y las estructuras están al servicio de un usuario y no de un tema (Gas, 2019, p.149). Lo que significaría que el contenido feminista creado dentro de redes muchas veces carece de la habilidad de dar espacio a todas las voces, puesto que, la globalización y la consecuente occidentalización hacen que las personas predominantemente blancas y privilegiadas sean las que poseen más seguidores, y por ende, mayor alcance y capacidad de compartir contenido. El tener en mente este fenómeno, nos obliga a cuestionarnos los mensajes en redes, ya que pueden estar dirigidos hacia un segmento muy reducido de la población femenina, olvidando que existen mujeres racializadas, indígenas y mujeres trans, entre las muchas otras mujeres que no tienen los números ni las plataformas para comunicar cómo el patriarcado también las oprime y cómo su lucha es igual de importante que la de cualquier otra.

Conclusión

Me parece que al comprender y poder identificar los problemas que existen dentro del feminismo en redes podemos darnos cuenta de lo importante que es que todas las personas nos cuestionemos todo, cada contenido, cada discurso, cada frase, cada imagen y cada conversación. Se vale cuestionarnos si estamos de acuerdo con el discurso de nuestra colectiva favorita, y se vale que después de informarnos decidamos que no lo estamos. El mundo en el que vivimos es un lugar rico en opiniones y experiencias, es por eso que hay tantas corrientes del feminismo, existe el feminismo radical, el feminismo abolicionista, el trans-feminismo, el feminismo de igualdad, el feminismo marxista, el feminismo socialista, y el eco-feminismo, entre muchos otros. Démonos la oportunidad de informarnos y decidir de manera consciente con qué posturas nos identificamos, pero nunca dejemos de aprender y escuchar a todas aquellas que tienen un punto de vista distinto. Aprendamos a enriquecernos de las diferencias y empecemos a usarlas como puentes que nos conecten más que nos dividan.

Así mismo seamos responsables y empáticas con los discursos que esparcimos, tomemos el tiempo para cuestionarnos si estamos en contra de una postura solo porque no somos oprimidas de la misma forma que otras mujeres. Esto implica también él aceptar que la teoría feminista nos ayuda a informarnos, pero no posee la verdad absoluta, pensemos en que debemos basarnos tanto en la teoría como en la realidad que se vive en el mundo para poder acercarnos a tener una mirada más clara y concisa de la realidad en la que vivimos. Principalmente porque el tener acceso a escribir y crear contenidos es un privilegio que pocas poseen, y que muchas veces posee un vacío teórico al no incluir a mujeres que han sido mayormente oprimidas.  Es crucial que unamos la teoría junto con las experiencias de nuestras hermanas provenientes de diferentes posiciones socioeconómicas, culturas, países y contextos. Creemos un feminismo que nos beneficie a todas, dejemos de jugar a ser omnipotentes y omnipresentes intentando representar a mujeres indígenas, racializadas y a mujeres trans, para en su lugar construir un movimiento que les permita representarse solas, un feminismo verdaderamente incluyente donde todas las voces sean importantes y escuchadas.

Referencias

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Castells, M. (2015). Networks of Outrage and Hope: Social Movements in the Internet Age (2nd ed.). Polity.

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Por Kate Q. Maciel

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